El pistacho de
Bronte, de color verde esmeralda, es apreciado en el mundo por su aroma
delicado y levemente resinoso.
Bronte es una
pequeña localidad de la provincia de Catania, sobre la ladera occidental del volcán Etna. Aquí, entre valles de lava, viñedos, aceitunas y cítricos, la planta de
pistacho fructifica cada dos años. De origen asiático, este árbol es de porte
pequeño y se caracteriza por sus ramas retorcidas.
Sus frutos, los
pistachos, son drupas ovales del tamaño de una aceituna, con una cáscara dura y
leñosa que envuelve las semillas recubiertas de una película violácea. Es una
planta muy resistente a los fríos invernales y a las elevadas temperaturas
estivales.
La recolección,
entre agosto y septiembre, es lenta y trabajosa; el terreno accidentado obliga
a los campesinos a trabajar haciendo equilibrio sobre las ramas de los árboles.
En un día de trabajo se pueden recoger, como máximo, 20 kilos de pistacho.
Los elevados
costos de producción colocan al pistacho de Bronte en una escala de mercado de
calidad superior, imposible de comparar en sus competidores más cercanos, con
mucho menos sabor pero decididamente menos costosos, provenientes de Irán y
Turquía.
Los pistachos con
cáscara, pelados o triturados son destinados a la industria de embutidos y muy
utilizado en la repostería. En Sicilia, el fruto se utiliza sobre todo en la
producción de turrones, relleno de dulces, confites y helados.
La cocina típica
siciliana incluye el pistacho en la preparación de primeros y segundos platos:
desde las carnes hasta las pastas.
Para degustarlo,
la ocasión ideal es la Fiesta del Pistacho, que se realiza cada año, justamente
en Bronte, el segundo fin de semana de
octubre.
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