En 1876 el barón Wilhelm von Gloeden esperaba que el clima saludable de Sicilia curara su tuberculosis.
Eligió Taormina, verdadero templo de belleza, a mitad de camino entre Catania y
Messina. El barón era un apasionado de la fotografía e inmortalizó paisajes que
hoy se venden en postales. Estas panorámicas fueron las que acrecentaron la
fama del idílico tramo costero y de la que él bautizó “Isola Bella”.
La minúscula
isla, hija de los montes Peloritanos, como se aprecia por su particular
configuración rocosa unida a tierra firme por una delgada línea de arena.
En 1806 entra a
formar parte del municipio de Taormina como donación hecha por el español
Federico I de Borbón. Fue propiedad privada por casi dos siglos, hasta el 1990
cuando es comprada por la Región Siciliana.
La única
construcción de la isla es una villa de fines del ‘800, centro de reuniones
mundanas en los años ’50 y ’60.
Vegetación isleña
Coexiste
vegetación típica mediterránea, como la euforbia y la alcaparra, con especies
autóctonas, como el limón jónico y el “fiordaliso” de Taormina, además de
plantas tropicales: strelizia y sangre de dragón.
El mar no solo es
rico en fauna y flora marina, sino que también contiene restos de época griega
y romana conservados en el Museo Arqueológico de Taormina.
Acceso a la isla
Bella
Para llegar a la
isla se toma un sendero en el centro de Taormina: descendiendo por la ladera
del monte Tauro se llega a la ruta estatal desde la cual parte una escalinata
que lleva a la isla.
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