El Etna constituye un ambiente definido, no solo desde el punto de vista morfológico, natural o paisajístico. A medida que uno se va acercando al volcán, muchas cosas comienzan a cambiar: el aspecto de las casas, los materiales de construcción y, sobre todo, el hombre. Es como si la cercanía con el Mongibello (la montaña), alcanzase también a modificar el alma.
Los pueblos que
circundan al Etna, están todos comunicados entre sí y constituyen las etapas de
un itinerario alternativo, aparte de la visita al volcán propiamente dicho.
El itinerario clásico comprende: Trecastagni, Zafferana
Etnea, Milo, Fornazzo, Sant’Alfio, Piedimonte Etneo, Linguaglossa, Randazzo,
Maletto, Bronte, Adrano, Biancavilla, Santa Maria di Licodia, Paternò y Misterbianco.
En Sant’ Alfio se
encuentra el Castaño de los cien caballos, famoso por su longevidad y
dimensiones. En el camino de Linguaglossa a Castiglione de Sicilia se pueden
visitar las gargantas del río Alcántara, cavadas en la roca volcánica. Más
adelante encontramos tres centros con importantes obras de arte: Randazzo,
Adrano y Paternò.
Randazzo
Es el único
centro Etneo que jamás ha sufrido daños por erupciones volcánicas y, por esto,
conserva aún su fisonomía medieval. Sus habitantes pertenecen a tres grupos
étnicos diferentes que hasta el siglo XVI hablaban en su lengua original:
griego, latín y lombardo. Cada grupo tenía su iglesia, hecho que explica la
igual importancia que tienen las tres iglesias principales de Randazzo: S.
María, S. Nicolò y S. Martino.
Adrano y Paternò
En estos dos
centros se pueden apreciar dos castillos normandos “cuadrados”. El de Adrano
está en la plaza central y alberga el Museo arqueológico. El de Paternò se
caracteriza por las ventanas ajimez que adornan sus paredes.
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