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Procesión de Santa Ágata |
Todos los años,
del 3 al 5 de febrero Catania dedica a Santa Ágata, patrona de la ciudad, una
gran fiesta. La ciudad se paraliza y los cataneses se vuelcan a las calles,
noche y día, dando vida a la fiesta religiosa más importante de la ciudad, en
donde se mezclan cultura y religión.
Un féretro de
plata “a vara”, con un busto que contiene las reliquias de la Santa, es
incansablemente seguido en procesión por centenares de ciudadanos “devotos”,
vestidos con el tradicional “sacco” (túnica blanca, cofia negra, pañuelo y
guantes blancos) agrupados en dos cordones humanos. La “vara” es seguida por
once “candelore”, altas columnas de madera que representan las corporaciones de
las artes y oficios de la ciudad.
La historia de
Santa Ágata
Ágata nace en una
familia noble catanesa de religión cristiana, en el año 230. En aquel momento
Catania era dominada por los romanos que perseguían bárbaramente a quienes
profesaran el cristianismo, motivo por el cual la familia de Ágata vivía su fe
en silencio. No obstante las dificultades, Ágata decide consagrarse a Dios.
Quirino, procónsul de la ciudad, le ordenó renegar de su fe, lo cual ella no
aceptó; fue sometida a torturas físicas, hasta morir en la cárcel el día 5 de
febrero del año 251.
El 5 de febrero,
el día de Santa Ágata, se celebra la misa pontificia, a la que asisten los
obispos de toda Sicilia. El féretro, que el primer día se cubrió de claveles
rojos que simbolizan el martirio, ahora se cubre de claveles blancos, símbolo
de pureza. Después de la misa, comienza “il giro” de la ciudad que culmina al
día siguiente con fuegos artificiales sobre el mar.
Tres días de culto, de devoción, de folclore y de tradición que, dicen,
solo se pueden comparar a la Semana Santa de Sevilla, España y a la fiesta del
Corpus Domini en Cuzco, Perú.
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